En el mundo
occidental tenemos la maravillosa costumbre de creernos siempre por encima de
los demás. Somos los más demócratas, los más desarrollados, la civilización más
avanzada… y todo lo que esté fuera de ahí son dictaduras, fundamentalismos
religiosos, populismos, o directamente salvajes indígenas o gente rara. Tenemos
la verdad absoluta. Siempre.
Recientemente
ha suscitado polémica el acuerdo suscrito con la Santa Sede en 1979, que exime
a la Iglesia católica de pagar el Impuesto de Bienes Inmuebles por la mayoría
de sus propiedades. Acuerdo por cierto, que ni el conservador PP ni el progresista PSOE han tenido nunca
interés en revisar a lo largo de todos estos años. Es sólo un ejemplo más del
poder que tiene la Iglesia Católica en nuestro país, que recibe al año 10
millones de las arcas públicas, 200 euros por habitante, sea o no creyente. Lo que quiero resaltar en este caso sin
embargo, es a donde va dirigido ese dinero. Europa Laica denuncia cómo tanto la
jerarquía de la Iglesia como las organizaciones católicas financiadas a través
de los fines sociales, "dedican sus recursos a sufragar costosas
campañas para promover la represión sexual, la discriminación por razón de
género u orientación sexual, contra la libertad de la mujer, contra los avances
científicos o contra la eutanasia y la muerte digna".
Sin embargo, hoy no
quiero hablar de la Iglesia Católica, hoy quiero hablar del Islam.
Una vez
estudiadas las características principales intrínsecas a la religión islámica quiero
refutar las tesis estigmatizadoras de buena parte del mundo occidental que
rechazan desde una posición etnocéntrica y hasta xenófoba el Islam como
religión reñida intrínsecamente con la democracia, la igualdad de género y la
paz mundial.
En primer
lugar destacar que cualquier religión que no se reduzca al ámbito privado sino
que sea impuesta de forma pública por el poder estatal estará reñida con la
democracia, ya sea el Islam, el cristianismo o el Budismo. La religión es y
debe ser una elección privada y personal, un Estado si pretende ser respetuoso
y plural no debe reconocerse en ninguna de las religiones ni financiar de
ninguna forma alguna de ellas. La separación religión/Estado es básica para la
democracia.
Partiendo de
esta base podemos criticar la imbricación derecho/religión que supone la charia
o ley islámica, pero no por ello el Islam en sí mismo, sabiendo distinguir
Islam: “religión monoteísta basada en el
Corán que tiene como Dios a Alá y como profeta a Mahoma”; y el islamismo: intento de adaptar la vida política al
Islam. De la misma manera que podemos criticar la imbricación que el
cristianismo ha tenido con el Estado a lo largo de los años en la mayoría de
los países occidentales.
En lo que a
la mujer se refiere el Islam, como el cristianismo, es profundamente machista y
discriminatorio. La religión en cuanto dogma que establece normas morales para
la conducta individual y social supone fomentar una serie de prácticas y
valores que atentan directamente contra los derechos de la mujer. Sorprendería
en occidente leer algunas frases de la Biblia que seguramente nos parecerían más sacadas
del Corán. Lo que pretendo poner de manifiesto es que ambas religiones en sí
mismas, en sus postulados, son profundamente machistas. Lo que las va a diferenciar
es el fundamentalismo o la rigurosidad con que se apliquen estas doctrinas.
En la
relación Islam/violencia tenemos que saber distinguir entre el Islam que
entiende la yihad como un esfuerzo
personal en el camino o la senda de Alá; y aquel que lo entiende como la guerra
santa contra los enemigos del islam. Si bien esta guerra santa ya no se lleva a
cabo como lo que fue la inquisición en Europa, sino que surgen grupos
terroristas fundamentalistas islámicos que tratan mediante la fuerza y la
violencia de “defender el Islam y atacar a sus enemigos”.
Este tema,
que a los occidentales nos ha tocado de cerca con los atentados en 2001 y 2004
en EEUU y en España, entre otros; nos debe hacer reflexionar para entender esto
de forma que no suponga un aumento de la xenofobia y del rechazo hacia lo
musulmán. Una lacra que se está produciendo por falta de información y como
consecuencia de la actuación de políticos, escritores, periodistas o medios de
comunicación irresponsables o directamente xenófobos.
Así, la
conclusión definitiva debería ser que si bien es cierto que existe una forma de
entender el Islam, que propicia la violencia, como núcleo de la creencia
religiosa; en primer lugar es solo una interpretación minoritaria y
fundamentalista, y en segundo esto se ve reforzado por los ataques, la
injerencia, y la pretensión de adaptación a los valores liberales occidentales
propugnada por Norteamérica y la Unión Europea. La solución pasaría en mi opinión por
una política de no injerencia en los asuntos internos de cada país, (mucho
menos una injerencia de tipo armado) y un fomento de la diversidad cultural y
el respeto a lo diferente, un freno a la globalización, poner en valor otras
formas de entender el mundo y la sociedad; un respeto profundo en definitiva, por
la diversidad.
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