Luces,
cámara, acción... Así era Nora, rápida, resolutiva, atrevida, lo suficiente
como para colarse en un camerino que no es el suyo sólo para ver aparecer a su
adorada estrella.
Todo
comenzó la noche en que Eva recogía su premio, Nora estuvo espiando, como un
ratoncillo escondido entre las cortinas, toda la ceremonia. Sólo con ver a Eva
pasar se le ponían los pelos de punta, la admiraba tanto. Nora tenía la
peculiaridad de conseguir siempre todo lo que se proponía, era tenaz y
perseverante y nunca hubo nada ni nadie que pudieran pararla o interponerse en
su camino. Aún recuerdo como llegó a ser presidenta del club femenino Erasmo
Hall, hacía meses que estabamos todas preparando las candidaturas, y ella llegó
más tarde, al parecer acababa de mudarse con su familia a Nueva York. Parecía
una chica de campo aterrizada en la ciudad por casualidad, como desorientada. Me
causó ternura desde el principio, yo siempre había sido muy defensora de las
causas perdidas, y me conquistó con su sonrisa y aparente humildad desde el
primer momento. Enseguida nos hicimos amigas y una tarde me confesó sus deseos
de ser la próxima presidenta del club. Yo le dije que no sería nada fácil, pues
había otras candidatas que durante meses habían hecho méritos y tenían
asegurado el apoyo tanto de las chicas como de buena parte del jurado, que era
quien determinaba en última instancia quien sería la presidenta.
Desde
ese mismo momento Nora comenzó a trabajar sin descanso por el club, estaba
entregada. Todas las mañanas llegaba la primera a pesar de las dos horas de
tren que tenía que recorrerse desde la pequeña casa donde vivía con su familia
en las afueras de Brooklyn, y no se iba hasta que estaba recogida hasta la
última silla. Su dedicación era incesante. Consiguió en pocos meses tener el
club más ordenado que nunca.
A mi
me provocaba tristeza y compasión, pues aunque no me atrevía a decírselo en mi
foro interno pensaba que todo su trabajo iba a ser en balde, sin duda había ya
una candidata preferida, tan segura de sus apoyos, que no le importaba lo que
Nora hiciera o dejara de hacer.
Una
mañana se presentó en el club Charles Foster, crítico comentarista y uno de los
miembros más influyentes del jurado, y también el más temido, pues cuando no le
gustaba alguien sus críticas eran tan despiadadas que podía hundir para siempre
tu carrera política o de cualquier otro tipo. Sorprendió a Nora bailando,
distraída, y esta supo aprovechar brillantemente la ocasión.
-
Señor Foster, disculpeme no sabía que tendría el honor de verle esta mañana, de
haberlo sabido...
- No
se preocupe, siga, es un placer verla ensayar.
-
Bailaría para usted durante horas si usted me lo pidiera, pero, es una pena,
las otras candidatas no nos dejan ensayar a las nuevas; ya sabe, aquí se valora
más la antigüedad que el trabajo o el talento.
- Le
aseguro que la antigüedad para mi es algo absolutamente irrelevante, me irritan
especialmente las que consiguen sus cargos por vía, familiar, digamos.
-
Señor Foster, figúrese, mi familia son pobres, campesinos, nunca conseguiré
nada aquí, debería volverme a casa y trabajar en el campo.
- No
diga tonterías y confíe en si misma. Le daré un consejo, Nora, nada es para
siempre, lo único que de verdad nos pertenece son nuestras ilusiones, y nuestra
ambición, y eso es lo que nos mueve, recuerdalo siempre.
Y
Nora siguió su consejo, vaya que si lo hizo. Desde aquel primer encuentro
volvió a verse muchas veces más con Foster. Al principio no quería contármelo,
pues temía que yo pudiera decírselo a alguna de las otras chicas, y confieso
que en alguna ocasión pensé en hacerlo. No me parecía justo que las demás no lo
supieran, pero algo me dijo en mi interior que me convendría seguir siendo su
amiga, después de todo nunca me había gustado meterme en lios, y desconocía
hasta que punto Nora estaba tergiversando la realidad para ser apoyada por Charles
Foster.
La
noche de las elecciones Nora estaba guapísima, radiante, sus ojos brillaban de
una forma especial. Era como si el brillo del éxito le hubiese impregnado antes
de tiempo cada centímetro de su cuerpo. Todas nos preguntábamos como habría
conseguido pagar aquel vestido de fiesta, totalmente fuera de su alcance; meses
después nos enteraríamos de que había sido un regalo de Foster, como
agradecimiento por los "servicios prestados".
Nora
consiguió ser la presidenta, repentinamente todos los miembros del jurado
parecían estar de acuerdo, y las otras chicas estaban desoladas. No fue
necesario ni esperar a las votaciones. Así consiguió ser la presidenta, y así
comienza nuestra historia, la noche en que se coló en el camerino de la
estrella de cine Eva Parker a la que todas adorábamos.
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