Curva del personaje:
Al
principio de la obra Caty aparece tranquila, indiferente, no le importa que
piensen que está loca, lo está. Le preocupan tonterías como estar bien
arreglada, fumar…y enseguida se ven sus desequilibrios. Se harta de que le den
órdenes, sólo ansía lo que cualquier ser humano, libertad.
Siente
cierto resentimiento hacia todos los que están allí, su familia (por no
visitarla), el doctor, que quiere operarla, y por supuesto su odiada señora
Vener. No tiene mayor preocupación que el que la dejen vivir tranquila, y quizás,
un permiso para salir al patio. Está apática, indiferente, no le importa
demasiado lo que pase allí, cree estar viviendo un sueño, como su propia vida…
No
le importa que la mediquen pero a medida que va transcurriendo la escena
empieza a irritarse, el hospital de los leones, el doctor… y aún no sabe lo que
le espera: ese cuchillo filoso en el cerebro, que mata al diablo en el alma.
Llegan
atisbos de su locura, inevitable al estar en casa de Sebastian. Comienza a dar
algunas pistas de lo que ocurrió, confiesa que le quería, a veces dice cosas
inconexas como si estuviera drogada. Al final de la escena comienza a entender
lo que le preocupa a su madre, el dinero, el dichoso testamento. Y entonces
dice que de su boca no podrá salir otra cosa que la verdad.
La
segunda escena es su encuentro directo con la señora Vener, su tía. Su
multimillonaria tía. Intenta ser educada, pero no lo consigue. Cualquier cosa
que dice irrita a Violeta. Comienza a desesperarse: “ningún lugar para locos es hermoso”, se lamenta.
Después
tiene su momento de intimidad con el doctor. Comienza a soltar las verdades
sobre su tía, su primo, y todo lo que ocurrió en cabeza del lobo. Se desespera.
Por un momento quiere volver al Santa María, que todo esto acabe, pero el
doctor con su mirada profunda y su medicina tranquilizadora la ayudan. Comienza
a hablar de sí misma, de cómo todos nos
utilizamos, y a eso lo llamamos amor, y cuando ya no nos podemos usar...
viene el odio, o la indiferencia.
Cuenta
cómo empezó a hablar de sí misma en tercera persona, como se sale de su ser
para contar su vida y que no sea tan dolorosa, o como las cosas que no parecen
reales, de pronto lo son. En el momento de la inyección se lo toma con ganas, realmente
no se sabe si le encanta que la droguen o está siendo sarcástica, y resignándose. La droga comienza a hacer efecto y no puede evitar sentir
debilidad hacia el joven doctor Sukrowickz y sus ojos azules… Hace tiempo que
se siente sola, y le besa.
La
catarsis final es la verdad, esa que está en un pozo sin fondo, la cruda
realidad. Catalina se libera de cualquier tapujo y empieza a hacer un ejercicio
de intromisión en sus recuerdos a los que por fin libera. Reconoce sus errores,
sus fallos, sus temores, también los de Sebastian. A veces tiene que parar, se
encuentra mal, está haciendo un gran esfuerzo para desembarazarse de todo lo
que lleva dentro, parece estar fuera de sí, recorriendo de nuevo aquellas calles
blancas y empinadas de cabeza de lobo, cree oir la música en sus oídos… Ya nada
puede detenerla, hasta la escena final, el momento en que vio el cadáver degollado de Sebastian.
La
última escena es de tranquilidad, ha hecho lo que debía, ha contado la verdad y
para sorpresa de todos, la han creído. Vuelve a ser Caty, ¿la cuerda?. De
nuevo, señorita Caty.
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