Aprendamos a parar


Supongo que ya ha pasado el tiempo necesario para poder pararse un poquito a analizar qué nos ha pasado durante estos meses y por qué el confinamiento, aparentemente inofensivo en mi caso (soy de las privilegiadas a las que no nos ha faltado ni el trabajo, ni las aficiones, ni el apoyo familiar y social, ni, por supuesto, la salud) ha hecho, sin embargo, que nuestra salud mental se tambalee.

“Algunas hemos decidido pillarnos en esta cuarentena todas las enfermedades mentales del siglo XXI”.

Mentira, las teníamos de antes pero no lo sabemos: analicemos.

Cronopatía: la madre de todas las obsesiones.

Las agendas, los bullets journal, las listas de tareas, los calendarios, Trello, Asana, Kanban, google calendar… vivimos rodeados de herramientas que nos facilitan planificar, organizar, y distribuir de forma más eficiente nuestro tiempo. Sacarle todo el partido posible, si puede ser con posits y colorines mejor todavía. Nos encanta, y realmente son útiles, pero esconden un oscuro peligro: la obsesión por aprovechar el tiempo”.

Esta obsesión (por aprovechar el tiempo) nos ha quitado la capacidad de disfrutar. No vivimos el momento presente. Continuamente planificamos el siguiente paso, pensamos en las tareas pendientes, ya sea de trabajo o de ocio y vida social; somos incapaces de disfrutar lo que nos pasa, en el momento que nos pasa sin pensar ni hacer nada más.

 Eso nos lleva al segundo mal del siglo XXI: La multitarea

Parece mentira, que siendo Momo uno de mis libros preferidos haya caído en todos y cada uno de los errores que pronosticaba la novela. Los hombres grises, que consumen el tiempo de la gente, me han abducido, y con ello hemos mercantilizado nuestro tiempo.

Nuestra máxima aspiración es la productividad y la eficiencia. Como capitalistas depredadores tratamos de realizar el mayor número de tareas en el menor tiempo posible, por supuesto haciendo varias cosas a la vez, lo que nos impide centrarnos en lo que estamos haciendo y hacerlo bien.

La neurociencia lo llama “alternancia continuada de la atención”. El cerebro no puede efectuar dos acciones al mismo tiempo si involucran a la misma área cerebral. Se produce una alternancia del foco de atención entre una y otra. Por tanto, seremos capaces de captar de forma superficial mucha información pero no seremos capaces de retenerla. ¿No os pasa que no os acordáis de las cosas? Dándose la paradoja además, de que las personas que hacen varias cosas a la vez son menos eficientes, aunque sean capaces de cambiar el foco de atención con más agilidad. Esto nos causa problemas de concentración, pérdidas de memoria… Vivimos en una sociedad superficialmente informada pero carente de formación.

Lo que a su vez nos conduce a otro gran problema: La sobrestimulación y el postureo enfermizo

¿No os ha pasado que notéis que os cuesta más tomar decisiones? La sobreinformación que nos ofrece internet, las redes sociales y las nuevas tecnologías dificultan nuestra determinación.

Los millennials necesitamos una gratificación constante para avanzar, y las redes sociales tienen un efecto importantísimo en el sistema de gratificación de nuestro cerebro. ¡¡¡Necesitamos más “me gustas”👍😍!!! Este es un temita que se nos ha desbocado con la cuarentena: los challengues, el mostrar en todo momento la gilipollez que estamos haciendo a veces ni nos deja disfrutar de la gilipollez en sí. Y entonces si hay que preocuparse…

Lo que conduce a otra obsesión de este siglo: el nivel de exigencia o autoexigencia, el aspirar a la perfección en este ritmo frenético de vida que llevamos. Queremos ser las mejores en nuestro trabajo, en nuestras aficiones, en nuestras relaciones, (por no hablar de la presión añadida de quienes son madres), tener un cuerpo perfecto, cuidarse, hacer abdominales, no pasarse con la comida, bailar mucho, leer mucho, hacer muchas cosas, saber de todo, ser más interesante… Y este ansia por controlarlo todo nos genera angustia. Y estamos insatisfechas porque cada vez necesitamos estímulos mayores...


Con este caldo de cultivo tóxico llega de pronto una pandemia mundial, que además de ser la mayor crisis sanitaria y económica que ha vivido mi generación y probablemente las anteriores y  posteriores; nos obliga a parar, a cerrarnos en nuestras casas, a confinarnos y con ello de pronto disponemos de tiempo (¡oh, ese bien tan preciado!), y ahí ves de pronto que los problemas afloran… 

Esto en parte es normal, los momentos de disfrute y de placer están relacionados con nuestra interacción con otros y un parón así nos mata... A los cronopáticos doblemente, porque estamos acostumbrados a llenar nuestras agendas de actividades: de trabajo, de militancia, de extraescolares… hasta a nuestros amigos les damos cita uno u otro día porque no podemos desperdiciar ni un momento. Por eso, cuando llega un momento así, a pesar de que creíamos y deseábamos tener un poco de tiempo para nosotras mismas, no sabemos qué hacer con él, nuestro cerebro peta, (¡hace chas y aparece a tu lado!), y ahí empiezan los problemas: ansiedad, estrés, cortisol desbocado, somatizas, desmayos, taquicardias y todo lo demás…

Realmente quería dejar esto por escrito para recordarme a mi misma como me he sentido en este tiempo. Obviamente seguiré postureando, bailando y dándolo todo en mi trabajo, no se ser de otra manera. Pero si que he interiorizado cosas interesantes que creo serán para bien. Como dicen en las sesiones de mindfullness (que mantengo), y que tanto me han ayudado en estas noches sin dormir: la aceptación precede al cambio, y la felicidad es la capacidad de vivir instalado de manera sana en el presente, aceptando lo que nos pasa. 

Al menos frené la cascada, trato de dedicar tiempo a lo esencial, a lo que no es únicamente racional y procuro ser eterna sin pasarnos de hedonismo.  


Bibliografía: 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Y tú, ¿qué opinas?